martes, 17 de enero de 2017

Se vende balsa barata

Apuntes sobre micosis política

La Tierra, cualquier tierra, significa el único paraíso verdadero para todo navegante que, después de tantos años de vida a bordo, lleva ya el ánimo desalentado y la bodega exhausta.
José María Cabodevilla.
Robo de Cerebros
Largarse del país que te vio nacer es algo más complicado que viajar por el placer de cambiar de latitud y disfrutar de parajes exóticos o apoteosis urbanísticas. Lo digo porque muchas veces se ha simplificado el problema migratorio cubano reduciéndolo al deseo de viajar, algo que sigue siendo un sueño de difícil realización mientras el cubano sea considerado un posible emigrante lo mismo en la Antártida que en la Cochinchina.
Excepciones aparte, los cubanos no viajan: se van de su país. Buscar justificaciones en el robo de cerebros y en una vetusta mitología que habla de hipnóticos cantos de sirenas, es una falta de respeto a la vida y al reguetón. Algo ha fallado cuando tantas personas han intentado abandonar su tierra por los medios y las vías más inimaginables. Ni siquiera escribo patria. Los grandes maestros están pidiendo a gritos un minuto de silencio que dure un eón, para resguardar los conceptos que otros se han empeñado en triturar.
¿Cómo es posible que le roben los cerebros a un país que se vanagloria de sus logros en la educación? Todavía no tengo claro si los cerebros se fugan o se los roban. Si se fugan, es porque estaban presos. Si los roban, es porque alguien paga mejor la necesidad, y hay que tener en cuenta que los mejores postores son, en la mayoría de los casos, los mejores amigos. ¡Ah, sí, la dignidad! Dignidad para seguir defendiendo nuestras conquistas. Sin embargo, ¿quién es tan bruto como para robarse un cerebro que ni siquiera sabe que ha conquistado algo?
…ambos gobiernos se comprometen a secar los pies de los cubanos: el gobierno de los Estados Unidos, devolverlos para que los sequen en la isla; el gobierno de Cuba, acogerlos con agua, jabón, hipoclorito de sodio y alguna que otra advertencia.
Después de la noticia de la supresión de la política de “pies secos-pies mojados”, un analista se apeó con una soberana estadística: ¿por qué tanto barullo si de todos los migrantes de Latinoamérica los cubanos forman sólo el dos por ciento? El compañero de cuello y corbata dijo que era un asunto muy politizado. Hasta Perogrullo se quedó con la boca abierta.
Hay quien habla de la emigración por cuestiones políticas y hay quien apela a razones económicas. Un ex agente de la nomenclatura, por ejemplo, se escaparía por razones políticas cuando su flirteo con algunas intimidades amenazara con llevar sus huesos a la cárcel y, por ende, a una quiebra de su poderoso nivel de vida. En cambio, un vendedor ambulante se marcharía por razones económicas cuando ya no pudiera sacarle más dinero a una libra de tomates (si hay tomates).
Para casos extremos puede que la frontera esté más o menos definida. Sin embargo, para el máximo común de los mortales cubanos la frontera es tan voluble como las olas que cubren las 90 millas entre el norte de Cuba y el sur de la Florida, o como los miles de kilómetros entre cualquier punto de América del Sur y la frontera mejicana de cara al imperio norteamericano. Incluso más: también lo es para los que migran dentro de la isla de este a oeste y no en plan de invasión mambisa precisamente.
Pero el lienzo de las migraciones depende de cuantiosas pinceladas, considerables desembolsos e incontables amarres (amarres de coordinación y amarres de brujería, que todo vale a la hora del desespero). Es un tanto ingenuo decir que si el plato estaba en el horno, las partes interesadas tenían que haber pensado en ese ínfimo dos por ciento del analista. Por supuesto que pensaron: de vuelta a casa, que aquí se les recibe con la guardia en alto*, nunca mejor dicho.
Más allá de lo obsoleto e inútil de ciertas políticas exteriores, habría que pensar en lo obsoleto e inútil de todo un sistema político in extremis.
Según la declaración conjunta, ambos gobiernos se comprometen a secar los pies de los cubanos: el gobierno de los Estados Unidos, devolverlos para que los sequen en la isla; el gobierno de Cuba, acogerlos con agua, jabón, hipoclorito de sodio y alguna que otra advertencia. Por un lado, es una especie de profilaxis: queremos evitar a toda costa que nuestros ciudadanos padezcan de micosis, que ya tenemos suficiente con el zica. Por otro, se trata de un nuevo apócrifo evangélico pues no hay nada más parecido al lavatorio de los pies del Jueves Santo: a ti, que eres un pecador por dejar que te roben el cerebro o por fugarte con él (¡oh, Dios, qué crimen, te has fugado con el cerebro!), yo, que te lo he dado todo, yo, Jesús gubernamental y todopoderoso, te perdono, te lavo los pies, te los seco y te los beso (el orden no importa) para que vuelvas a transitar los senderos (trillados) del socialismo. Todos saben en nombre de quién se bendice esta obra de caridad.
Lo cierto es que muchos tendrán que comenzar desde cero y otros desde el subsuelo, y nadie que enfrente tales desmanes lo hace con buen ánimo ni con buenos modos. Más allá de lo obsoleto e inútil de ciertas políticas exteriores, habría que pensar en lo obsoleto e inútil de todo un sistema político in extremis. Ni qué decir, eso también es ingenuo.
Por mi parte, nunca podré solventar una duda: ¿qué hubiera sucedido conmigo en caso de sorprenderme antes de llegar a las costas de Miami? La política lo decía bien claro y en plural: “pies secos-pies mojados”. Hasta donde sé, no existía ningún inciso referido a las personas amputadas. Si bien mi pie izquierdo estaría enchumbado como una esponja, el derecho había pasado por el crematorio a menos que lo tuvieran en formol para hacer experimentos de vudú. Como el Coloso de Rodas, mis pies reposarían en ambos extremos de la política, por lo tanto, no se me podía aplicar ninguna.
Me hubiera gustado saber entonces qué estadística engrosaría según la respetable opinión del analista de marras.

* Nota para profanos. Con la guardia en alto. Lema de los CDR (Comités de Defensa de la Revolución), cuyo símbolo es una persona con un escudo y un machete en ristre. Los CDR son la organización de masas (y política) más numerosa del país, pues incluye a todos los ciudadanos, aunque sea nominalmente, desde que cumplen 14 años. Desde su creación, ha sido la fuente básica de información de la que se nutre la policía política.