viernes, 27 de enero de 2017

Corrección de estilo

-Guerrillero 3-


Mi escuela no es un Iglú
Papá dice que cuando escriba, imagine que me está leyendo un niño esquimal. Y yo le contesto que si a un niño esquimal le importara otra cosa que no fuera cazar focas, dudo mucho que entendiera lo que yo mismo no entiendo. ¿Cómo puedo explicarle lo que es un CDR*, por ejemplo? Pero hay tareas ineludibles, obligatorias, impostergables… e insoportables. No escribir como tal, sino escribir de tales cosas. No hay nada más increíble e insoportable que la verdad, dice papá.
Eso me lo explicó un día en que la tarea de Lengua Española consistía en redactar un párrafo sobre mi escuela. Yo estaba inmóvil frente a la libreta y masticando la goma del lápiz. Cuando le expliqué mis razones, me dijo que escribiera lo primero que me viniera a la mente. Y escribí:
Mi escuela es grande, tiene dos pisos y está pintada de verde. En el centro hay un patio grande que es el lugar donde formamos por la mañana para el matutino, saludamos la bandera y cantamos el himno nacional y el himno de la escuela. Hay un busto de Martí que amanece todos los días cagado por los gorriones aunque dice mi papá que deben ser las lechuzas porque los gorriones no andan trasnochando, y además, el busto de Martí no está debajo de ningún árbol. También hay una picota donde se sube el director a gritarnos por más de media hora mientras nosotros permanecemos de pie con las mochilas cargadas de libros a la espalda. El director habla de efemérides y de los ejemplos heroicos de los patriotas que debemos seguir.
...que en este patio había una picota donde se subía el director para hablarnos sobre fechas históricas y de lo mal que andaba el mundo y de lo bien que estábamos nosotros.
En realidad, este no fue el párrafo que escribí. Lo que escribí fue que mi escuela era grande, de dos pisos, que estaba pintada de verde y que en el centro tenía un patio donde formábamos para el matutino, y que en este patio había una picota donde se subía el director para hablarnos sobre fechas históricas y de lo mal que andaba el mundo y de lo bien que estábamos nosotros. Eso fue lo que escribí con cierta vergüenza pensando en el niño esquimal, porque aunque él no me iba a leer de verdad, le estaba diciendo que su mundo era una porquería.
Estuve tentado de redactar la anécdota del 6 de enero, cuando el director nos preguntó si sabíamos qué se conmemoraba ese día. Todos los niños contestamos a coro: “¡Los Reyes Magos!”, e inmediatamente nos callamos porque el director se puso bizco y echó humo por las orejas. Gritó: “¡Sí, pero los Reyes Magos que entraron victoriosos a nuestra ciudad en 1959 fueron los que derrocaron a la dictadura de Fulgencio Batista!”** Pero si escribía esa anécdota, tenía que escribir también que nadie le hizo caso y nos pasamos el día hablando de las cosas que nuestros padres nos habían regalado, porque eso de los Reyes y los camellos no se lo cree nadie. Yo me hice el indiferente porque a mí lo único que me dejaron fue un paquete de dinosaurios plásticos de los que venden en Todo x 1 dólar. Aquí al CUC le dicen dólar. Yo no sé cuál es la moneda de los esquimales. Además, creo que allá el que lleva los regalos en un trineo arrastrado por renos, es un gordo al que le dicen Santa Claus. No creo que los niños esquimales se traguen eso tampoco.
Papá revisó el párrafo y comentó: “Ojalá la picota fuera de verdad”. Mi mamá lo miró de reojo. No le gusta que papá me sugiera ideas subversivas, aunque yo no sé lo que es una idea subversiva. Mamá también leyó el párrafo y me dijo que yo era un niño que leía mucho, que podía redactar un párrafo más rico que ese, con más detalles, más creíble. Me dijo que yo tenía que lograr que si otro niño leyera el párrafo, se sintiera motivado a visitar mi escuela. Me imaginé al niño esquimal, y la verdad es que me sentí más motivado a cazar focas que a motivarlo a él para que viniera.
Entonces tuve una idea, no sé si subversiva, y concluí el párrafo: “¡Yo quiero ser como el Che!” Con esta exclamación le damos el puntillazo a la consigna de los pioneros cuya primera parte es “¡Pioneros por el Comunismo!”, algo que no sabe ningún niño esquimal. También es el tipo de oración que los niños utilizamos para finalizar nuestras composiciones.
Si escribimos sobre las vacaciones, terminamos: “¡Qué día más feliz pasamos en la playa!”. Si escribimos sobre una visita al Museo, terminamos: “¡Qué día más feliz pasamos en el Museo!”. Una vez que fuimos al terreno de la Clínica Estomatológica para hacer la Educación Física, escribí: “¡Qué día más feliz pasamos dando saltos para no pisar las brujerías!”. El profesor me regañó y me dijo que hablar así era una falta de respeto a la cultura nacional. Debe ser porque fue suya la iniciativa de hacer los ejercicios esquivando las gallinas prietas amarradas con un lazo rojo. El problema es que el profe se hizo santo y quiere enseñarnos algo de la religión africana.
...los niños hablamos nuestras cosas y alardeamos de lo que es y de lo que no es, y sabemos que no todos los niños van a las mismas playas.
Cuando tenemos prohibido terminar los párrafos admirativamente, es después de los desfiles en las fechas patrióticas. Al final de una composición sobre la peregrinación al cementerio el 5 de septiembre, no se vería bien escribir: “¡Qué día más feliz pasamos en el cementerio!”. Tampoco puede terminarse de esa manera el 28 de octubre cuando vamos al malecón para echar flores al mar como homenaje a Camilo Cienfuegos, quien hace muchos años se perdió con su avión. Como no se sabe a dónde fue a parar, se le echan flores en cualquier charco. Ya sé que es un acto simbólico en el que nadie debería estar feliz. Sin embargo, en ese día los más felices, aunque no lo digan, son los vendedores de flores.
Pero hablaba de la playa y claro que sí, en la playa se pasa bien, pero cuando en todas tus vacaciones te bañas en la misma playa de la bahía llena de piedras y de yerbas, porque no se puede ir a otro lugar y es la única opción barata, aburren tantas exclamaciones iguales. Además, los niños hablamos nuestras cosas y alardeamos de lo que es y de lo que no es, y sabemos que no todos los niños van a las mismas playas. Algunos han ido a Varadero y otros a los Cayos y, según dicen, las playas de esos lugares no tienen comparación con las nuestras. De modo que exclamar “¡Qué día más feliz pasamos en la playa!” es muy diferente para unos y para otros.
Papá me dijo que prescindiera de esas exclamaciones porque se escuchaban muy forzadas y convencionales, y que lo convencional era poco creíble y para nada convincente. Por eso cuando terminé el párrafo sobre mi escuela diciendo que quería ser como el Che, mi mamá se apresuró a rectificar: “Mejor lo dejas como estaba”. Le pregunté entonces a mi papá si un párrafo podía tener una sola oración, y él me dijo que sí, pero que era muy difícil buscar alguna que resumiera todas las ideas sobre la escuela como para que lo entendiera un niño esquimal. Sonreí triunfante y escribí:
Mi escuela no es un iglú y por aquí no viven focas.

* CDR. Comité de Defensa de la Revolución. Organización de masas más numerosa del país pues todos los ciudadanos pasan a integrar sus filas al cumplir los 14 años. Principal fuente de vigilancia y delación de la que se valen los órganos de la seguridad del Estado.
** El 6 de enero de 1959, fue el día en que Fidel Castro entró a la ciudad de Cienfuegos en la llamada Caravana de la Libertad, en su recorrido desde la zona oriental hasta la capital del país.