martes, 7 de marzo de 2017

Soyurmultfilm

Lenin y el Soyur
A veces padezco de un optimismo desmesurado, aunque reconozco que no me gusta la palabra optimismo. Alguien dijo una vez que un pesimista era una persona que había vivido demasiado tiempo junto a un optimista, y no me gusta la idea de que alguien se deprima por mi culpa.
Si no fuera porque existen los juegos de palabras y porque se han multiplicado las acepciones de lo obvio, hace mucho hubiera quemado todos mis libros, lo cual es como decir: quemar todas mis naves. Estaremos de acuerdo en que incinerar las naves estando en pleno océano ni siquiera es un acto de locura: es un doctorado en imbecilidad.
Estaremos de acuerdo en que incinerar las naves estando en pleno océano ni siquiera es un acto de locura: es un doctorado en imbecilidad.
Esto que llamo optimismo desmesurado, es más bien un respiro que me doy como regalo, del mismo modo que para los asmáticos debe parecer un milagro la bocanada de aire que asumen entre los pitidos de la congoja pulmonar. Cuando el pecho se expande buscando la amplitud del universo, tiemblan las costillas, y aunque no sea explícito, se estremece la concepción de la vida y el cordón umbilical que alguna vez nos ofreció la seguridad del divino placer de la inocencia dependiente, hace un remolino con sus cenizas donde quiera que estén... porque imagino que esas largas mangueras carnales que alguna vez nos vendieron como sujeción de la existencia, sean pasadas por un crematorio colectivo.
Me pregunto, además, si existe alguna diferencia entre los crematorios del Holocausto y los crematorios umbilicales en los hospitales de maternidad. Me lo pregunto desde que se puso de moda el champú de placenta. Me lo pregunto porque los animales, mucho más evidentemente naturales que los humanos, se comen el saco amniótico que cobijaron en su vientre. Entonces, el Holocausto continúa su camino histórico pero ya desprejuiciado de las razas.
Me pregunto, pero no me pregunten a mí qué hacer con esos cordones que semejan de forma material el famoso túnel de la gente que dice haber estado en el umbral de la muerte. ¿Quién carajo puede hablar de umbrales existenciales en la vida que estamos llevando?
…este concreto mundo de salir a buscar el soyur por las mañanas y regresar con las cinco bolsas del racionamiento porque hace una semana que la fábrica está rota o a media máquina, que para el caso...
(Hasta aquí la dosis de optimismo y la bocanada de aire.)
La puerta de la casa es un umbral convencional, pero no nos separa del mundo en que vivimos, este concreto mundo de salir a buscar el soyur por las mañanas y regresar con las cinco bolsas del racionamiento porque hace una semana que la fábrica está rota o a media máquina, que para el caso...
Regreso con las cinco bolsas gracias al privilegio de mi silla de ruedas, pero regreso con mal sabor sociológico en todos mis huesos. Y (¡por favor!) que nadie venga (al menos no ahora) a soltarme el discurso de que los niños de África la están pasando peor. Así es, en efecto, pero en nuestras circunstancias, un niño cubano no la está pasando mejor.
Quien quiera surrealismo, que elabore un cuento filosófico donde gracias a las licencias narrativas, se encuentren un niño tanzano y un niño cubano. La parte floja del cuento será buscar un traductor que sea tan neutral como para que los pequeños debatan sin prejuicios acerca de sus respectivos escenarios. Aún así, será muy difícil que el niño africano capte nuestra esencia porque en Cuba, como acertadamente dice el famoso documental de Arturo Soto, Bretón es un bebé… aunque le falta el capítulo del soyur.

Nota. El título hace referencia, de forma paródica, al más importante de los estudios de animación de la era soviética, Soyuzmustfilm. Aunque en su momento gozaron de prestigio a nivel internacional por su variedad de estilos de animación, en Cuba decir “muñequitos soviéticos” era sinónimo de agobio y castigo. Se trataba de la época en que fueron completamente suprimidos los dibujos animados estadounidenses para ofrecer una programación infantil proveniente sólo del campo socialista. En la actualidad, muchos nostálgicos los coleccionan.
Por otro lado, explicar qué cosa es el soyur excede por completo mis posibilidades. La revelación más sintética es que se trata de un yogur elaborado a base de soya. Por qué se ha convertido en el alimento básico de niños y ancianos, por qué fluctúa su calidad, por qué se ausenta por más de una semana (sin sustitutos)… es hablar más de lo mismo, es Cheburashka optando nuevamente por ser aceptado entre los pioneros.