martes, 20 de diciembre de 2016

Trascendencia de la dependencia

Declaración de principios... quizás de finales

Su desprecio de los dioses, su odio a la muerte y su apasionamiento por la vida
le valieron ese suplicio indecible en el que todo el ser se dedica a no acabar nada.
Es el precio que hay que pagar por las pasiones de esta tierra.
Albert Camus. El mito de Sísifo.
Sísifo Mito
En las imágenes que conozco del mito, Sísifo aparece con los ojos cerrados o escondiendo el rostro detrás de la roca que está condenado a empujar. Una versión nos habla de ceguera, representación gráfica que prohíbe contemplar sus rasgos vinculándolos de ese modo con el mutismo de sus ojos, espejos del alma y de las intenciones. No hay que olvidar que si bien Sísifo gozaba de una soberana inteligencia, no eran menos proverbiales su picardía y su carencia de raseros éticos.
Hay quien ha dicho además que Sísifo oculta el rostro por vergüenza de su desnudez. Nunca he comprendido el capricho divino que cuando no se empeña en castigar a la humanidad obligándola al tortuoso camino de las modas ideológicas, lo hace forzándola a desnudarse en público de todo compromiso contestatario. Por eso las playas nudistas fueron inventadas por ateos y anarquistas.
“Se les olvida que ya no vivimos en sociedades tribales. No sé por qué, entonces, los dictadores se erigen en chamanes tratando de exorcizar la miseria con consignas.”
Así es la impronta dictatorial: ambigua, contradictoria, voluble hasta el extremo del infantilismo, una actitud que entronca esencialmente con los empeños seniles que tratan, a fuerza de imposición, que los otros hagan lo que ellos pretendan, apelando a una sabiduría rancia y anquilosada. Se les olvida que ya no vivimos en sociedades tribales. No sé por qué, entonces, los dictadores se erigen en chamanes tratando de exorcizar la miseria con consignas.
Mi blasfema opinión (opinión, no obstante) cree que detrás de la roca, Sísifo esconde una sonrisa de burla. A veces me lo imagino murmurando “Y sin embargo se mueve”, con la abismal diferencia de que Galileo se retractó para cambiar cárcel por prisión domiciliaria, mientras Sísifo ya tenía en su currículum el haber eludido la condena en el infierno. Que una y otra vez tenga que recorrer el mismo camino, es una adaptación contemporánea y muy libre de aquello que dice que nadie se baña dos veces en el mismo río… sobre todo si permanece en la orilla. Hay que mojarse los pies, definitivamente, para avanzar un poco en la vida. De manera que cuando veas las barbas de tu vecino arder, pon las tuyas en remojo para afeitarte. Así evitas la síntesis caricaturesca, nunca demasiado feliz, casi siempre demasiado ofensiva.
Y es que tampoco nadie ha transitado dos veces por la misma carretera aunque se moviera por ella repetidamente, en viaje de ida y/o en viaje de vuelta. El hastío cargante y persistente de las sociedades monocromas, no proviene de estar condenadas a comprar todos los días el pan de la bodega*, sino a la inexistencia virtual de la opción de comprar otro tipo de pan. La huelga de hambre, con todo el respeto que me inspira Gandhi, no es una alternativa en estos casos. Es un recurso extremo (y efectivo, qué duda cabe) que se permiten aquellos que tienen nombre, del mismo modo que sólo los que tienen nombre pueden darse el lujo de comer, y en abundancia, filete de marciano a la parrilla o cualquier otra lindeza en peligro de extinción. En algún momento de su historia, estoicos y epicúreos se fuman la pipa de la paz olvidando los primeros su frugalidad y los segundos su hedonismo, si ambas filosofías tienen en común la doctrina del conocimiento adelantado de las cosas, a saber, que para sobrevivir hay que aferrarse a los principios mientras se trafica con finales entre bambalinas. Si mi decisión fuera extrema, no pasaría de ser un vulgar extremista, y el recuerdo en la historia de mi familia y de mis amigos sería el de un imbécil que dejó un trauma psicológico en su hijo y no un ejemplo a seguir para la consecución de libertades.
Como todo mito que se respeta, Sísifo no obliga a que lo respeten ni impone su trascendencia.
En algún momento de su historia, estoicos y epicúreos se fuman la pipa de la paz olvidando los primeros su frugalidad y los segundos su hedonismo, si ambas filosofías tienen en común la doctrina del conocimiento adelantado de las cosas, a saber, que para sobrevivir hay que aferrarse a los principios mientras se trafica con finales entre bambalinas. Si yo, que soy un dedo cualquiera de un pie con artrosis, me decidiera por la huelga de hambre, pasaría a la historia de mi familia y de mis amigos como el imbécil que dejó un trauma psicológico en su hijo y no un ejemplo a seguir para la consecución de libertades.
Para protestar, prefiero a Sísifo en versión más personal e iconoclasta. Al fin y al cabo hay que seguir empujando la roca de la discordia. Como todo mito que se respeta, Sísifo no obliga a que lo respeten ni impone su trascendencia. Y aunque Camus vio en la roca de Sísifo la carga del absurdo de la vida, a pesar de su redundancia transeúnte no es una roca inamovible ni un santuario ni la piedra angular donde reside o se posa alguna revelación mistérica. Puede darse el lujo de esperar la erosión del universo, o tal vez llegar al mar con el impulso de la bajada. No por eso dejará Sísifo de ser irreverente.

* Nota para profanos. El pan de la bodega es un alimento racionado que constituye, al mismo tiempo, una perífrasis de alimento. La necesidad de comprarlo y comerlo todos los días, podría considerarse como una exégesis digestiva del mito de Sísifo.