Una madre visita la escuela de su hijo. Ha pasado la mitad del curso y le preocupa que del total de clases que el muchacho tenía que haber recibido, siendo generosos, sólo anda por un veinte por ciento.
El muchacho no es un seboruco. Aprendió a leer y escribir por su cuenta antes de empezar la escuela. Con siete años, su libro favorito era
Las aventuras de Tom Sawyer, además de ser un apasionado del antiguo Egipto. Sus padres siempre fueron respetuosos con sus inclinaciones. Si el niño se iba por la carpintería, pues que Jesús lo bendiga. Y si sentía afición por el trinitrotolueno, aunque esté pasado de moda, que Alá lo proteja y lo guíe por la senda de los excavadores de montañas.