martes, 6 de junio de 2017

Reacción en botella

La idiosincrasia es una mezcla particular de los fluidos corporales y de la hipersensibilidad que resulta de ellos. Donde rige la aceleración de la comunicación, la idiosincrasia, debido a su defensa inmunológica, representa un obstáculo. Bloquea el intercambio comunicativo ilimitado.
Byung-Chul Han
Discapacitados Alcohólicos
Cuando los medios oficialistas cubanos reconocen algún problema, significa que el asunto se les ha ido de las manos. Sucedió con las drogas y la prostitución, y está sucediendo con el alcoholismo. Quien tenga dudas, que camine por cualquiera de las avenidas donde se reúnen los jóvenes y cuente el número de los que todavía no pasan de la pelusilla en el bigote. Esta multitud impúber es potencialmente alcohólica dada la cantidad y la furia con que consumen.
Es muy difícil hallar a una persona con discapacidad en este amasijo de hormonas en barbecho. Entre complejos y economía miserables, tales personas dirigen sus pasos contrahechos o sus ruedas desvencijadas hacia los timbiriches de mala muerte, legales o clandestinos, donde venden el ron adulterado. Si algún franco acceso tienen las personas con discapacidad que han decidido despilfarrar lo que les queda de vida, es a este mofuco desagradable. La bebida depende de la moneda, y la moneda depende de otras accesibilidades que definen gustos, algo que, por otro lado, no merma la borrachera. En Alcohólicos Anónimos coinciden tanto el gerente tronado como el conductor de vehículo de tracción animal. Él o la, es bueno aclararlo. El alcoholismo no es sexista.
La bebida depende de la moneda, y la moneda depende de otras accesibilidades que definen gustos, algo que, por otro lado, no merma la borrachera.
Pero la mayoría de estas personas bebe en la soledad de su pedazo de cuarto desgajado de una casa que alguien dividió por no sentirse capaz de seguir afrontando tanta amargura, después de vencer el temor de sentirse culpable si un día se encontraba el cuerpo balanceándose como una luminaria. Los vecinos saben de esas presencias por los efluvios amoniacales que se deslizan por las hendijas. Asimismo, por los escándalos, los objetos que rompen contra las paredes (cuando no contra la cabeza de un familiar bienintencionado a su pesar), los diálogos que sostienen a deshora con alguna entidad entre las sombras, y todo un etcétera digno de un poltergeist.
Igualmente se exhiben merodeando cerca de lugares de interés turístico, solicitando ayuda para un inexistente familiar enfermo, o para el santo de cuya imagen portable dicen ser devotos. O beben a la puerta de sus casas, custodiando mercancías que alguien les dio como oportunidad para ganarse unos centavos, cuando no vendiendo los productos de la misma cuota. Vender para vivir, vivir para beber… El sentir generalizado prefiere que recojan a estas personas como Zoonosis recoge a los perros sarnosos. Quizás sea porque estos perros también deambulan por los centros turísticos. Pero el asunto no es tan simple como salir a cazar perros sarnosos en el bulevar. Si difícil es tratar psicológicamente a una persona que bebe, más difícil es tratar con ella.
Que la población con alguna discapacidad sea mucho menor en las estadísticas, no le resta importancia al olvido de las condiciones que necesitan para tener participación social inclusiva, la cual incidiría plenamente en sus tendencias. Por lo mismo, que la población alcohólica sea mucho mayor que la población alcohólica que padece algún tipo de discapacidad, no invita a meterlos a todos en el mismo saco. De hecho, existe un elevado porciento de personas que se han convertido en discapacitadas por accidentes generados por el alcoholismo, y estos propiciaron a su vez seguir en el alcoholismo si, total, la vida es una mierda.
...portar un carnet que garantice ante las autoridades que la pierna amputada es verdad que falta y no está guardada en casa para viabilizar los delitos que se cometen gracias a la impunidad de la lástima.
En cualquier caso, no se puede vivir apelando siempre a una constitución que dice defender los derechos de todos, ni a legislaciones que dicen tenerlo to’ pensa’o (sobre todo, controla’o), ni a asociaciones a las que se debe pertenecer para, al menos, portar un carnet que garantice ante las autoridades que la pierna amputada es verdad que falta y no está guardada en casa para viabilizar los delitos que se cometen gracias a la impunidad de la lástima. Habría que analizar si esas asociaciones en verdad nos representan, si esas legislaciones en verdad son aplicables y abarcadoras, si esa constitución es en verdad el espíritu destilado en un alambique democrático.
El que busca refugio en el alcohol es porque lo acosan (y acusan) las inclemencias. En una persona con discapacidad, la inclemencia puede ser desde una chequera de 200 pesos (CUP) hasta la imposibilidad de asistir a un teatro sin sentirse un bulto. Puede que la pregunta sea: ¿de qué huye una persona cuando intenta buscar refugio en lo que no puede devolverle más que funestas consecuencias?
Nunca es grato el espectáculo de una persona que anda esparciendo sus desechos por las esquinas y gritando lo que se atrevió a pensar en su resguardo cotidiano. Patético, además, es el mismo espectáculo protagonizado por una persona con discapacidad. En él se juntan todas las miserias humanas y, paradójicamente, contribuye al pensamiento de que cualquier tiempo pasado fue mejor, especie de elogio a la desidia o, lo que es lo mismo, la perpetuación de un presente sin el aroma del tiempo, que diría Byung-Chul Han.
Una dictadura ha tenido éxito cuando ya no necesita ejercer su poder opresor porque los hombres se han entregado por si mismos a la dominación. No creo que sea el caso de Cuba (aún). Pero detener la mirada en los fenómenos visibles que revelan la decadencia, es lo único que puede eliminar por completo el paréntesis adverbial anterior, máxime cuando estos fenómenos se han incorporado a la rutina del no hay remedio. Ante la sutileza romántica de la educación y la medicina gratuitas: los casos concretos del desparpajo doctrinal. Y ante la pancarta de los logros sociales: el borracho de la esquina, si discapacitado, mejor. Así de sencillo.